domingo, 31 de agosto de 2008

Biografía escrita el año 1976 (2)



En los estudios fui siempre muy insegura y pasaba raspando. Hasta ahora tengo pesadillas en que me veo haciendo pruebas de matemáticas que no puedo resolver o de profesoras que me apocaban e inhibían. Como relaté antes fui muy enfermiza y por eso perdía meses y meses de clases, sin embargo nunca repetí año. A más mi madre me pasó de un colegio francés a uno inglés que tenía doble programa (inglés y francés) como era este (Dunalastair). Lo que más me agradaba era la literatura, el teatro, el ballet (tuve 8 años), me expresaba bailando por horas según mi estado de ánimo, me sentía Isadora Duncan. Tenía a más un diario de vida con el que desahogaba todas mis inquietudes e ideales. Escribía también poesía y hasta escribí una novela. Me encanta la música.

Nuestros padres nos dieron muy buena vida, teníamos fundo, mozo, chofer, veraneábamos tres meses, dos en el fundo y un mes en Viña. Tenía muchos amigos, pero siempre había algo íntimo que no compartía, tenía mi mundo propio. Era muy sensual y sufría en mis relaciones de pololeo con Gonzalo. Y también era muy sentimental y romántica, muy alegre, impulsiva y extrovertida, pero también melancólica y evasiva. Me fascinaba la naturaleza.

Conocí a mi actual marido cuando tenía 15 años, pero tardé dos años en enamorarme de él, primero sentí un poco de lástima por él, aunque me halagaba que me quisiera tanto, pero era muy tímido, aunque por otro lado mucho más maduro que el resto de los muchachos, en cierto sentido. Luego fui conociéndolo más y sentimos una gran atracción física mutua, fuera de que había una gran sensibilidad en ambos y muchos gustos en común. Lo que nos separaba era su introversión y lo poco sociable que era. Aunque lo de él lo compartía todo conmigo.

Cuando yo tenía 17 años, perdimos todos nuestros bienes materiales, debido a malos negocios de mi padre y a su deterioro mental, tenia en ese entonces 73 años. Mi padre murió cuando yo tenía 18 años, y yo entré a trabajar poco antes, quedamos en muy mala situación económica. Yo me salí del 5to año del colegio, en ese entonces estaba en la Maisonnette, donde cambió mucho mi vida. Entré a trabajar en una oficina pública, me sentía encerrada y me costaba mucho aclimatarme, a más que no tenía la preparación requerida y tuve que hacerlo todo sola. Trabajé con cinco abogados, uno de ellos Javier L., fue como un padre para mi, conversábamos mucho, discutíamos de política y literatura. En todo caso fue una experiencia para mi y me dio personalidad y otra perspectiva de la vida. A más de ayudar a mi madre, tenía mi plata aunque fuera poca. En todo caso el cambio fue muy grande para mi, no tenía derecho a vacaciones, estaba sola y mi madre no era capaz de enfrentar la vida sin mi padre, había que ayudarla a ella. Seguía pololeando con Gonzalo, ya casi comprometida con él. Trabajé dos años. Gonzalo tenía mi misma edad y estaba en el colegio. Lo dejó para trabajar en el fundo de sus padres y casarse conmigo. En todo caso mi relación con él me daba seguridad y mi mundo se centró en él, aunque conocí a otra gente. Pero también Gonzalo tenía muchas inseguridades, y él se apuntalaba en mi. Dio su sexto año de colegio, bachillerato y sacó los dos títulos (Historia y Filisofía) después de casado, todo con gran éxito. De los 18 a los 21 años, edad en que me casé con Gonzalo, pasé por depresiones e inseguridad por falta de dinero y apoyo familiar, la pérdida de mi padre, me cambió el carácter, no era tan alegre y optimista como antes. La seguridad material que alguna vez tuve, pesó mucho en mi, a mi madre había que apoyarla, pensó hasta irse a un convento. La figura que me ayudó mucho fue una tía, hermana de mi madre, a quien yo quería y admiraba mucho, nunca se casó, pero tenia una gran ternura marcada hacia la gente, me quiso mucho, ella también murió. Estuvo años atrás muy enferma psiquicamente y esto me afectó mucho, luego mejoró.

La familia de mi marido era muy unida, casi un clan, los de afuera no eran familiares en todo el sentido de la palabra, eran fuertes, con posición social muy renombrada, con mucha vida social, con bastante dinero. Con hijos muy capaces, y muy distintos a todos los hijos de sus amigos. Eran exigentes, críticos, pero también muy sensibles. En casa de mis suegros se reunían todos y habían discusiones y charlas muy interesantes. Pero siempre me sentía insegura, aunque siempre expusiera mis ideas. Traté de ponerme a la altura e instruirme lo más posible. Ellos eran muy descalificadores con las personas, sobre todo en cuanto a su cultura y conocimiento, nunca con respecto a la gente pobre o condición social. Mi suegro era un hombre tierno, adoraba a mi suegra y era un hombre muy justo. Gonzalo era su regalón, él tuvo muy poco amor maternal y pasó con las mamas, fue muy enfermizo, tuvo parálisis infantil a los 9 años y luego pleuresía. Para él yo fui un todo muy importante, su primer amor y reemplacé mucho de la ternura que le faltaba, fui una parte central de su vida. Aunque sus aspiraciones intelectuales estuvieron siempre muy latentes en él.

Biografía escrita el año 1976 (1)

Nací el 6 de diciembre de 1931, en un hogar acomodado. Mi padre era un hombre de negocios, pero esencialmente un político. Era muy tierno e idealista, muy humano, generoso, comunicativo, tenía gran sentido del humor, era muy buen padre, pero tenía debilidades que no sabría como especificar. Creo captar que el hecho de que le gustaran las carreras de caballo, ir a la ruleta, jugar naipes en pareja, ir al Club de la Unión, charlar y compartir ideas con sus amigos, el ser demasiado desprendido y débil frente a las exigencias de mis medios hermanos, fueron conductas que no me agradaban. Pero la verdad nos hacía tan felices y nos daba tanta ternura que todo lo de él me gustaba. Los hijos eramos una mezcla de todas esas apetencias, pero con inquietudes intelectuales, musicales e idealistas. A excepción de mi hermano mayor que teniendo amigos escritores, fue siempre muy ávido de aparentar, ir al golf, vestir bien y andar con regias niñas.

Por el otro lado mi madre, 20 años menor que mi padre, era muy bonita, muy dependiente de mi padre y moderna para su época, nos dio libertad y nos educó en colegios laicos, siendo ella profundamente cristiana, pero nunca beata. Siempre le costó tener demostraciones externas, como caricias, pero nunca nos faltó nada, en cuanto a su atención se refiere ya a la época que vivía. Pero había poca comunicación con ella, a excepción de mi único hermano, al que siempre ha adorado.

Yo era la tercera de 4 hermanos, del segundo matrimonio, mi padre viudo con 6 hijos mayores, que no vivieron con nosotros salvo en las vacaciones. El mayor de mis hermanos era hombre, estuvo siempre interno y venía a casa solo los fines de semana. Yo lo adoraba y lo tenía idealizado y solo quería encontrar a alguien como él para casarme. Después seguía mi hermana M. Inés, muy inteligente e intelectualmente muy capaz y con gran habilidad de expresión y convencimiento, pero muy insegura en lo físico, aunque era bonita. Sumamente liberal y yo diría casi amoral para esa época. Pudo haber influido mucho en mi y sin embargo yo rebatía sus ideas y mantenía las mías; peleábamos mucho.

Ana la menor era muy regalona de mis padres y yo la quería mucho, era muy influenciada por M. Inés.

Yo consideraba que tenía un hogar muy unido y feliz, pero mi niñez fue atormentada y difícil, con muchas enfermedades, dos de ellas muy graves. Creo pensándolo ahora, que puede haberse debido a mi deseo de acaparar el cariño de mis padres, siendo yo la tercera y no teniendo esos atributos tan destacados de mis hermanos. Mas adelante sentí que fui el apoyo de mis hermanos, madre y familiares, quizás para atraer ese cariño, que consideraba que no tenía. (puede ser algo subjetivo)

Durante año y medio estuve interna (por prescripción de un médico muy bruto) en el Dunalastair, colegio muy estricto y exigente, que me marcó con muchas inseguridades. En primer lugar siempre me estaban comparando con M. Inés, y por el sistema de castigos y soplonaje (sistema de prefects) y también porque la encargada del internado era una persona enferma y traumada (nacionalidad judía) por haber estado en campos de concentración.

Tuve muchas amigas, pero una en especial a la que me unía un gran afecto, era de padres separados.

Lo que sí me encantaba del colegio eran los deportes, a más tenía clases de ballet, habían muchas actividades artísticas; nos llevaban a conciertos y obras importantes.

domingo, 17 de agosto de 2008

Anteojos de Allende

Esto fue lo que me sucedió el 16 o 17 de Septiembre de 1973 y hoy quiero relatarlo.

Desperté temprano, supe que habían levantado el toque de queda para ese día, por unas horas.

Tomé mi “liebre” VW y me dirigí al centro a mandarle un “cable” a Gonzalo (mi marido que se encontraba en San José de Costa Rica). La Agencia quedaba en Bandera frente al Teatro Metro. Una vez terminada mi diligencia, me acerqué al kiosco de diarios más cercano y le pregunté a la señora que vendía “¿usted cree que podría ver La Moneda”? me respondió: “si usted no le tiene miedo a los pacos, vaya”.

Caminé hacia el palacio presidencial, pasé por la Intendencia donde había un pelotón de carabineros, y me dirigí hacia la puerta principal, las calles estaban vacías, los faroles rotos, justo frente a la entrada estaba una muchacha de unos 20 años mirando los daños del bombardeo, al verme empezamos a conversar. Me preguntó si sabía dónde quedaba Morandé 80, le contesté “cómo no lo voy a saber si yo viví frente a La Moneda desde los siete años”, la plaza de la Constitución era como el jardín de mi casa, desde mi infancia he vivido la historia de Chile, vi la revolución del seguro obrero desde mi ventana y conocí personalmente a Arturo Alessandri y otros presidentes.

Volviendo al relato, doblamos por Morandé hacia la Alameda, ahí vimos que frente a la puerta, en la vereda habían colocado cajuelas, sillas y otros objetos sacados del incendio. Estaban dos carabineros de guardia parados enfrente. Dirigiéndome a mi compañera le dije: “pensar que aquí murió Allende”, impactada a pesar de haber sido opositora a su gobierno. Uno de los carabineros me miró y me dijo: “¿les gustaría subir?”, le contesté “Sí”, mirando a la muchacha. Una vez adentro sentí temor, considerando los momentos tan cruentos que estábamos viviendo. Y pensé que nos podía pasar cualquier cosa. Por eso les mencioné varios conocidos importantes para darme valor. Frente a mí, al lado norte había un zócalo antes de subir la escalera, ésta estaba llena de hollín y escombros, al dar un paso pisé un cartón, que resultó ser un programa de los Quilapayún, lo tomé y pensé, esto lo llevo de recuerdo porque nadie me va a creer que estuve en la Moneda. Seguí subiendo hasta llegar al segundo piso, ahí uno de los carabineros me preguntó si quería entrar a la pieza donde había muerto Allende, yo le contesté que si, la muchacha contestó que no, pero mas tarde me siguió. Como la luz era muy escasa, debido a que el sistema eléctrico había quedado inutilizado por el bombardeo, encendí un fósforo y avancé hasta el centro de la pieza. Quedé paralizada. El fósforo temblaba en mi mano, ya que en el sillón estaban las manchas de sangre y demás evidencias de lo ocurrido, no podía creer lo que estaba presenciando, el carabinero avanzó y levantó las manos como si fuera un fantasma tratando de asustarnos, luego me dijo que el Presidente Allende había disparado desde ese balcón, con la metralleta que le regalara Fidel Castro.

Avancé hasta la otra habitación donde había una gran mesa en el centro llena de tierra y escombros, sin embargo la pieza donde falleció el Presidente Allende estaba intacta.

Salí de ahí y los carabineros tomaron conciencia de lo que habían hecho y nos hicieron prometer que no le contaríamos a nadie que habíamos entrado a La Moneda, y que además ellos observarían hacia la Intendencia para ver que ningún uniformado estuviera mirando y pudiéramos salir sin ser vistas.

Cuando íbamos bajando las escaleras mis ojos se posaron en el rincón de uno de los peldaños donde había unos anteojos. Los tomé inmediatamente y los envolví en el programa de los Quilapayún que aun tenía en mis manos. Uno de los carabineros me dijo, “no vayan a ser los anteojos de Allende que andaban buscando, seguramente al bajar el cuerpo resbalaron". Yo les contesté: “estos anteojos son míos”, soy señora de historiador y esto no se lo doy a nadie. Como lo dije con tanta fuerza, el carabinero no se atrevió a contradecirme (me salió la Paulada, de doña Paula Jaraquemada).

Una vez en la calle tomé mi liebre junto con mi compañera, a quien dejé en Los Leones con Providencia, lo único que recuerdo es que ella tenía dos apellidos iguales y que se casaba la semana siguiente, nunca más supe de ella. Apenas llegué a mi casa, llamé a Enrique Campos Menéndez, (esposo de mi prima María Angélica) y le conté sobre excitada lo que había ocurrido. El me dijo "escríbelo Teruca".

He mantenido esta pieza histórica guardada por muchos años. Hoy en democracia, en un ambiente de tolerancia, me ha parecido propicio donar este valioso objeto al Museo Histórico. Para ello me acerqué a Sofía Correa, su directora, ex alumna de mi marido y muy querida por él. A través de este sencillo acto, solo deseo realizar un pequeño aporte en la reconstitución de tan importante periodo de nuestra historia.

Mi discurso en la ceremonia de entrega de los anteojos.

Otras referencias:
El Mustang del presidente

Invitación ceremonia entrega anteojos de Allende

18-01-91 Ensenada ada

¡Estoy en el paraíso! como decía Gonzalo. Aunque mi alma está desgarrada, él está conmigo, su pájaro me acompaña y su trino es como un amanecer de compañía para mi. Hay parte de mi en este rincón de Ensenada: es su paz, es un trozo de cielo que Dios puso en este lugar. Desde la ventana del hotel veo el lago, ya sea encabritado o muy calmo, como un espejo. Mi vista sigue el camino, rodeado de avellanos, ulmos y tanto otros. Donde nuestros pasos se dirigían tan a menudo, en ese silencio que no cortaban las palabras. Donde dos almas querían despedirse por un tiempo prolongado, para luego encontrarse en la maravilla de Dios. Lo siento muy junto a mi, se que él está conmigo, pero añoro su cuerpo, sus labios, sus palabras y su amor tan inmenso. Es tan grande como ese lago por el que mi mirada vaga, buscádolo, buscádo también junto al bosque de la casita de Ensenada, con su noria, su rincón mágico, donde el viento juega y su música canta, Ahí estoy yo, ahí esta él. Se me fue y parece un sueño que estuvo junto a mi, que vivimos tan unidos, que sufrimos tanto, que gozamos tanto. Hoy veo que son muy pocos los que tenían lo nuestro. Es un morir cada día, para renacer luego, y preguntarme que quiere Dios de mi, cual es mi cometido. Cada hijo tiene su vida, y me siento intrusa ante su intimidad y vidas tan distintas a la nuestra. Se que me quieren y soy su madre. Ellos también sienten el vacio del padre que se fue y no quieren que yo parta. ¿Pero seré capaz de sobrevivir a este mundo, tendré fuerza para enfrentarlo y aportar algo de mi? Nota

09-06-90 Santiago

Es curioso este vivir a medias. Con el ser que fue y hoy es solo parte. Mi dolor es profundo, intenso, desgarrador, me enriquece, me debilita, me quita cada vez mas fuerza y sin embargo existo.

¿Qué es peor, mirar sus ojos interrogándone, pidiendome ayuda, ver su sufrimiento y el no poder aceptar lo que le ocurre? O ver la mirada vacía, el ser apagado y sin vitalidad, que cada día se debilita más. Es la tortura de sentir que lo pierdo un poquito cada día y que ya no tengo la fuerza ni energía para luchar en sacarlo adelante.

Los médicos ven que no hay salida, sino ayudar a paliar la enfermedad y el dolor de la familia. Nosotros seguimos esperando un milagro si Dios lo quiere.

Marcela me dice que debo seguir siendo yo misma, darme mi propio espacio, aceptar que es muy dura la realidad que vivo, que no puedo cambiarla.

Seguir existiendo. ¿Cómo pueden dos seres amarse tanto, respetarse, y mantener esa llama viva por tanto tiempo?

20-01-90 Santiago

Hoy he comprendido muchas cosas, ahora se que yo solo puedo cambiar lo que hay en mi, no en los demás. Debo ir a pasos cortos, dando lo que puedo dar, a la medida de mis fuerzas. Soy yo la que importo en relación a mi misma, si Dios quiere va a darle la salud a Gonzalo y si Él lo quiere realmente. Él está viviendo esta cruz porque estaba escrito que fuera así. Yo lo quiero mucho, mi amor lo ayuda a superarse él, por sanar, pero todo es relativo. En la medida en que me conozco, que me quiero, que avanzo en mi propio descubrimiento y veo lo que hay en mi, voy a ser capaz de seguir sin desmoronarme. No puedo pretender dar más si yo no estoy bien, si no tengo paz. Yo no puedo cambiar lo que me depara el destino, no puedo detener lo que está trazado para mi. Si yo estoy bien lo que me rodea será mas llevadero. Cada hijo es él en si mismo, no lo puedo cambiar, ni lo pretendo. Es lo que yo proyecto hacia ellos y hacia los demás, es lo que cuenta. No puedo subir la montaña a pasos largos, porque me desmorono, tengo que ir a pasos muy cortos, para no caerme tantas veces, para que me duela menos. Ese es mi cometido.

Ensenada lago Llanquihue un día de verano de 1989

Hoy aquí siento una plenitud muy grande, mi alma asciende al infinito, siento una gran paz. Me rodea el verde intenso, todo reluce cristalino y transparente. Me propongo prolongar esta quietud interior maravillosa, en que me siento yo misma y me basto, sin dejar de amar y acoger al resto. Pero yo soy yo, así me creó el Padre y Él me quiere a mi en su totalidad. Para así poder trascender hacia la luz que me proyecta su amor, y al conjunto de seres que encontraron ese camino. Cómo juntar esa fuerza y hacer una unidad?

Hoy quiero a mis hijos, pero los siento libres, quiero que mi amor hacia ellos no me limite, y me deje ser libre de ser yo misma, para así poder darles mas. Hoy me quiero y eso es importamte, si no me valoro ¿cómo puedo dar?

Aquí he vivido tantas etapas distintas. Momentos en que los demonios me acosan y me sale el yo que me limita. Pero he crecido, he sentido el silencio, me he deleitado con la paz y el desasociego del lago, con la brisa y la tempestad. Con las largas caminatas, con el silencio de mi pareja, ese silencio compartido que no cortan las palabras.

Me siento sana físicamente, vital, he podido sentirme mujer nuevamenet, he gozado con una rica comida. He unido mi vitalidad física con esta paz espiritual que tanto anhelo. Cómo lograr retener todo esto, para así proyectarlo a los otros, y entregarles esa rica savia, que es la plenitud, que da el recorrido. El caer muchas veces, el sentirse miserable, el sentirse grande.