Es curioso este vivir a medias. Con el ser que fue y hoy es solo parte. Mi dolor es profundo, intenso, desgarrador, me enriquece, me debilita, me quita cada vez mas fuerza y sin embargo existo.
¿Qué es peor, mirar sus ojos interrogándone, pidiendome ayuda, ver su sufrimiento y el no poder aceptar lo que le ocurre? O ver la mirada vacía, el ser apagado y sin vitalidad, que cada día se debilita más. Es la tortura de sentir que lo pierdo un poquito cada día y que ya no tengo la fuerza ni energía para luchar en sacarlo adelante.
Los médicos ven que no hay salida, sino ayudar a paliar la enfermedad y el dolor de la familia. Nosotros seguimos esperando un milagro si Dios lo quiere.
Marcela me dice que debo seguir siendo yo misma, darme mi propio espacio, aceptar que es muy dura la realidad que vivo, que no puedo cambiarla.
Seguir existiendo. ¿Cómo pueden dos seres amarse tanto, respetarse, y mantener esa llama viva por tanto tiempo?
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