domingo, 17 de agosto de 2008

Anteojos de Allende

Esto fue lo que me sucedió el 16 o 17 de Septiembre de 1973 y hoy quiero relatarlo.

Desperté temprano, supe que habían levantado el toque de queda para ese día, por unas horas.

Tomé mi “liebre” VW y me dirigí al centro a mandarle un “cable” a Gonzalo (mi marido que se encontraba en San José de Costa Rica). La Agencia quedaba en Bandera frente al Teatro Metro. Una vez terminada mi diligencia, me acerqué al kiosco de diarios más cercano y le pregunté a la señora que vendía “¿usted cree que podría ver La Moneda”? me respondió: “si usted no le tiene miedo a los pacos, vaya”.

Caminé hacia el palacio presidencial, pasé por la Intendencia donde había un pelotón de carabineros, y me dirigí hacia la puerta principal, las calles estaban vacías, los faroles rotos, justo frente a la entrada estaba una muchacha de unos 20 años mirando los daños del bombardeo, al verme empezamos a conversar. Me preguntó si sabía dónde quedaba Morandé 80, le contesté “cómo no lo voy a saber si yo viví frente a La Moneda desde los siete años”, la plaza de la Constitución era como el jardín de mi casa, desde mi infancia he vivido la historia de Chile, vi la revolución del seguro obrero desde mi ventana y conocí personalmente a Arturo Alessandri y otros presidentes.

Volviendo al relato, doblamos por Morandé hacia la Alameda, ahí vimos que frente a la puerta, en la vereda habían colocado cajuelas, sillas y otros objetos sacados del incendio. Estaban dos carabineros de guardia parados enfrente. Dirigiéndome a mi compañera le dije: “pensar que aquí murió Allende”, impactada a pesar de haber sido opositora a su gobierno. Uno de los carabineros me miró y me dijo: “¿les gustaría subir?”, le contesté “Sí”, mirando a la muchacha. Una vez adentro sentí temor, considerando los momentos tan cruentos que estábamos viviendo. Y pensé que nos podía pasar cualquier cosa. Por eso les mencioné varios conocidos importantes para darme valor. Frente a mí, al lado norte había un zócalo antes de subir la escalera, ésta estaba llena de hollín y escombros, al dar un paso pisé un cartón, que resultó ser un programa de los Quilapayún, lo tomé y pensé, esto lo llevo de recuerdo porque nadie me va a creer que estuve en la Moneda. Seguí subiendo hasta llegar al segundo piso, ahí uno de los carabineros me preguntó si quería entrar a la pieza donde había muerto Allende, yo le contesté que si, la muchacha contestó que no, pero mas tarde me siguió. Como la luz era muy escasa, debido a que el sistema eléctrico había quedado inutilizado por el bombardeo, encendí un fósforo y avancé hasta el centro de la pieza. Quedé paralizada. El fósforo temblaba en mi mano, ya que en el sillón estaban las manchas de sangre y demás evidencias de lo ocurrido, no podía creer lo que estaba presenciando, el carabinero avanzó y levantó las manos como si fuera un fantasma tratando de asustarnos, luego me dijo que el Presidente Allende había disparado desde ese balcón, con la metralleta que le regalara Fidel Castro.

Avancé hasta la otra habitación donde había una gran mesa en el centro llena de tierra y escombros, sin embargo la pieza donde falleció el Presidente Allende estaba intacta.

Salí de ahí y los carabineros tomaron conciencia de lo que habían hecho y nos hicieron prometer que no le contaríamos a nadie que habíamos entrado a La Moneda, y que además ellos observarían hacia la Intendencia para ver que ningún uniformado estuviera mirando y pudiéramos salir sin ser vistas.

Cuando íbamos bajando las escaleras mis ojos se posaron en el rincón de uno de los peldaños donde había unos anteojos. Los tomé inmediatamente y los envolví en el programa de los Quilapayún que aun tenía en mis manos. Uno de los carabineros me dijo, “no vayan a ser los anteojos de Allende que andaban buscando, seguramente al bajar el cuerpo resbalaron". Yo les contesté: “estos anteojos son míos”, soy señora de historiador y esto no se lo doy a nadie. Como lo dije con tanta fuerza, el carabinero no se atrevió a contradecirme (me salió la Paulada, de doña Paula Jaraquemada).

Una vez en la calle tomé mi liebre junto con mi compañera, a quien dejé en Los Leones con Providencia, lo único que recuerdo es que ella tenía dos apellidos iguales y que se casaba la semana siguiente, nunca más supe de ella. Apenas llegué a mi casa, llamé a Enrique Campos Menéndez, (esposo de mi prima María Angélica) y le conté sobre excitada lo que había ocurrido. El me dijo "escríbelo Teruca".

He mantenido esta pieza histórica guardada por muchos años. Hoy en democracia, en un ambiente de tolerancia, me ha parecido propicio donar este valioso objeto al Museo Histórico. Para ello me acerqué a Sofía Correa, su directora, ex alumna de mi marido y muy querida por él. A través de este sencillo acto, solo deseo realizar un pequeño aporte en la reconstitución de tan importante periodo de nuestra historia.

Mi discurso en la ceremonia de entrega de los anteojos.

Otras referencias:
El Mustang del presidente

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran historia que narrar :) Ayer fui al Museo Historico, y no pude dejar de emocionarme en la última sala del recorrido, más aun frente a la imagen de los maltrechos anteojos, que yacen es ese cubiculo blanco resumiendo toda la catástrofe de la que fueron ocultos testigos. La felcito por el aporte que ha hecho a la historia, ya que de cierto modo, a traves de ese "simple" objeto, es como tener a la mano, para los que no lo vivimos (yo nací el 82), ese oscuro y violento momento de muestro pasado... como si ese pasado que se conserva inerte en los papeles, y manoseado en los discursos, tomara vida frente a nuestros ojos...
Simplemente emocionante...
Muchas gracias...

Guillermo dijo...

Hace tiempo que no leía algo tan rápido, seguro por el interés enorme que despierta el relato en los que vivimos esa época.

Al llegar al final, me dio pena haber leído rápido y no haber disfrutado más el relato.

Guillermo

Guillermo dijo...

Muy valiente el haberse enfrentado a Carabineros y no devolver los anteojos a la solicitud de ellos.

mmmm..... hay que ser bravo para eso, más por el particular momento.....

Paula Frederick dijo...

Que increíble el relato! lleno de historia, de casualidad, mística y valentía...
Es impresionante todo lo que puede significar un simple objeto, que con el paso de los años aún sigue en la retina de todo los chilenos...para algunos representa nostalgia, para otros tristeza, para otros triunfo...pero para todos, significa algo.
Teruca, buenísima la historia, muy ràpida de leer, te transporta al lugar y al momento.
Felicitaciones por atreverte a contarlo
Un abrazo!

paula frederick dijo...

Teruca, se me olvidó!

Aquí te dejo mi blog de cine:
http://www.paulafrederick.blogspot.com/

besos!

Anónimo dijo...

Aún sigo alucinando con esta increíble historia. Mi padre, entre incrédulo y fascinado, también se ha interesado mucho en este relato. Espero seguir leyendo más artículos de este tipo.

Un gran abrazo teruca.

Roberto Náquira B.

daniela carvajal barrios dijo...

Privilegiada me siento al haber escuchado increíble historia y luego llegar a mi departamento y leerlo tal cual se lo escuche... un agrado.

Anónimo dijo...

Fue un agrado conocerla el día de hoy,muy linda historia...
apropósito de lentes,le tengo guardaditos los lentes de sol:)
Con cariño Bárbara

Antonia dijo...

Abuelita, aunque esta historia ya me la has contado varias veces, no puedo dejar de fascinarme cada vez que la vuelvo a escuchar, me siento transportada a ese momento, y cuesta creer lo que hiciste. Me siento muy orgullosa de lo que hizo.

Ann Norambuena dijo...

Usted me llamó, salí escogida al azar y de verdad es un agrado encontrarse con gente así, sobre todo... Si dan ese gustito rico en algo que ya uno había dado por perdido.
Es una maravilla leer todo esto, sobre todo, contarle a la gente de mi alrededor lo que leo.

Fue un agrado pillarme con usted.

Pablo dijo...

Doña téruca una fortuna haberla llevado ayer en mi auto, es usted reserva viva de nuestra historia y es una fortuna conocerla y escuchar sus palabras, opiniones y experiencias.

Gracias
Pablo

Teruca dijo...

Muchas gracias
.Teresa Silva Jaraquemada